Joaquín José Martínez
 Joaquín José Martínez
El primer europeo en salir de un corredor de la muerte de Estados Unidos
 

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Después de ser declarado no culpable tuve que pasar un día más en la cárcel porque la tramitación se retrasó más de lo esperado aunque para mí un día más no hacía mucha diferencia.

Al regresar a la cárcel mis compañeros lloraban conmigo de alegría y creo que hasta  los vigilantes parecían contentos con el resultado.

Esa noche la recuerdo llena de nervios, no podía dormir de la emoción y de la expectación ante lo que afuera me esperaba. Poder volver a abrazar  a mis padres, ver a mis hijas vestido como persona y no con ese mono naranja. Dejar de ser un número, que hoy todavía recuerdo y volver a ser Joaquín José.

Tenía todas mis pertenencias en cajas al pie de mi cama y cuando cerraba los ojos volvía a abrirlos para comprobar que las cajas seguían allí y que no había sido un sueño sino que era una realidad ¡Que habíamos ganado el juicio!

A la mañana siguiente llegó el Cónsul a visitarme, me dijo que en unos minutos estaría libre y me transmitió la primera enhorabuena que provenía de sus Majestades los Reyes de España.

Intentó mantenerme tranquilo pero era imposible. Habían sido cinco años y medio, que se dice rápido pero para mí fue una eternidad.

Recuerdo que me pasaron a una sala donde vería a mis padres y familiares. Y por fin traspasar esa salida principal que al abrir sus puertas me dejaba atónito, sin palabras.

Junto con el nacimiento de mis hijas ése fue el  día más feliz de mi vida. Me sentía como un niño que quiere descubrir todo lo que le rodea, veía el sol, el cielo y a todos los periodistas que tanto me habían apoyado. Mis ojos se cegaban ante tanta luz después de esa oscura cueva.

Pero el momento más emotivo fue cuando pude volver a abrazar a mis hijas sin tener unos cristales entre nosotros o con un mono naranja puesto. Ese momento quedará grabado en mi mente para siempre.

En mi primera noche en libertad dormí en la casa del Cónsul y recuerdo esa cena con ellos junto a mis padres. Había pasado tanto tiempo comiendo sólo y con una simple cuchara de plástico, que cuando el Cónsul y su mujer me preguntaron que quería comer no sabía ni responderles, todo había cambiado para mí y ahora sí tenía opciones.

La noche siguiente dormí en casa de mis padres y de ahí una vez conseguido mi pasaporte viajamos todos juntos a España.

 

 

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